lunes, 26 de enero de 2009

El universo como holograma multidimensional y su conexión con la mente

http://www.infoamerica.org/documentos_pdf/bohm02.pdf


David Bohm, físico teórico de la Universidad de Londres y más tarde de la Universidad de Princeton, y autor de libros de texto de corrientes sobre la Teoría Cuántica, sostuvo que las operaciones del mundo subatómico que manejan los físicos ortodoxos tienen un sólo sentido de explicación de la realidad. Para Bohm la existencia de otras dimensiones más complejas está por encima de la de los elementos cuánticos del universo. Bhom formula la hipótesis de que
ciertas "variables ocultas" explican la conexión entre partículas subatómicas. Así como él lo entendió, si en verdad existen tales variables, están en un nivel más profundo de la realidad, que se
manifiesta en la incertidumbre cuántica.

Durante siglos, los físicos han trabajado con la ilusión de
que el universo es una máquina gigantesca que podemos
comprender desarmándola y ensamblándola cada vez que
se quiera. Pero aunque el universo esté infinitamente interconectado,
existen ciertos fenómenos (por ejemplo, los
sistemas subatómicos) para los cuales ciertos enfoques y
modelos teóricos han perdido validez. Debido a esto, David
Bohm1 concluye que las correlaciones entre las partículas
subatómicas indican que estamos cerca de un nuevo y
revolucionario concepto de "orden". Un concepto según el
cual el universo ya no debe ser entendido como una má-
quina ni mediante la relación lineal causa-efecto, sino como
un holograma multidimensional.

Un holograma es una fotografía tridimensional confeccionada
con ayuda de un rayo láser. Para producir un holograma,
los científicos primero proyectan un haz láser hacia un objeto
y a continuación hacen rebotar un segundo haz láser en
el reflejo de la luz del primero. Lo que se registra en un
trozo de película para crear un holograma es el patrón de
interferencia creado por los dos haces láser. A simple vista,
la imagen registrada en ese trozo de película es un torbellino
carente de significado; pero si a través de la película
revelada se proyecta otro haz de láser, la imagen reaparece
en toda su plenitud original y tridimensional. Además de ser
tridimensional, la imagen registrada en un holograma difiere
de una fotografía convencional en un sentido muy importante.

Si se corta una fotografía normal por la mitad, cada
parte contendrá sólo la mitad de la imagen contenida en la
fotografía original. Esto se debe a que cada diminuta sección
de la fotografía, tal como cada punto de una pantalla de
televisión en color, contiene nada más que un sólo "bit"
(fragmento) de información de la imagen entera. En cambio,
si se corta un holograma por la mitad y se proyecta un
haz de láser a través de una las secciones, se comprobará
que cada mitad contiene la imagen completa del holograma
original. Cada diminuta parte del holograma contiene no
sólo su propio "bit" de información, sino también todo otro
"bit" de información correspondiente al resto de la imagen;
en consecuencia, se puede cortar un holograma en pedazos
y cada porción individual contendrá una versión borrosa
pero completa de la imagen entera. Dicho de otro modo,
en un holograma cada parte de la imagen interpenetra todas
las demás partes, de la misma forma que en el universo no
local pensado por Bohm todas sus partes se interpenetran.
Si Bohm está en lo cierto en sus conjeturas y el universo es
un gigantesco holograma multidimensional, semejante orden
holográfico subyacente no puede menos que tener
profundas consecuencias para muchas de las nociones de
la realidad basadas en el sentido común, por ejemplo, en
un universo holográfico el tiempo y el espacio ya no serían
considerados fundamentales debido a que el universo sería
entendido como poseedor de un nivel más profundo, donde
conceptos como el de "localización" pierden su consistencia;
el tiempo y el espacio tridimensional, como las
imágenes del pez en los receptores de televisión, tendrían
que ser vistos como proyecciones de este nivel más profundo.
Dicho de otro modo, en el super-holograma del
universo el pasado, el presente y el futuro se pliegan estrechamente
entre sí y existen en forma simultánea. Esto sugiere
que incluso sería posible, alguna vez, rescatar del olvido
el pasado más distante a partir de la noción del universo
como un super-holograma.

En la década de 1960, mientras Bohm miraba un programa
científico televisado, él descubrió otra metáfora que permite
visualizar un orden plegado. En dicho programa, el
relator presentó un interesante fenómeno en que interven
ían una gota de tinta y un jarro de diseño especial que
contenía un cilindro rotativo y un estrecho espacio relleno
de glicerina. Primero, el narrador depositó una gota de tinta
en el cilindro. A continuación, hacía girar una manivela
por cuyo efecto el cilindro rotaba y la tinta quedaba plegada
a la glicerina hasta desaparecer. Empero, cuando se hac
ía girar la manija en sentido contrario, la gota original de

tinta reaparecía como si se desplegara de la glicerina y recobraba
su forma inicial. Este hecho ofreció a Bohm una
metáfora para explicar con exactitud el tipo de proceso
que conceptualizaba4.

En términos de tiempo, el universo tal como lo percibimos,
con su sucesión de momentos aparentemente separados,
sería la gota de tinta una vez que la manija la haya estirado
hasta untarla bajo forma de una larga cinta. No somos capaces
de percibir que el tiempo en el nivel del super-holograma
posee una estructura coherente y continua, debido a
que esa estructura está plegada o implicada en el nivel del
universo que conocemos "secretamente". El tiempo y el espacio
tridimensional no son, a juicio de Bohm, los únicos
procesos que se entienden mejor si se los ve como plegados
y desplegados al interior y al exterior del "orden implicado".

El orden implicado
y su conexión con la mente humana
Tal vez el aspecto más enigmático de la teoría de Bohm es
la forma en que puede aplicarse a nuestra comprensión
de la mente humana. Según él ve la cuestión, si cada part
ícula de la materia se interconecta con todas las demás,
el cerebro mismo puede ser visto como infinitamente interconectado
con el resto del universo. Bhom cree que
semejantes interconexiones, ante cuya concepción misma
la mente vacila, podrían incluso proyectar luz sobre el
fenómeno de la conciencia.

Inicialmente, uno de los grandes enigmas de todos los tiempos
es el llamado problema de la mente y el cuerpo. Expresado
en forma sencilla, ese problema puede enunciarse
mediante las siguientes preguntas: ¿existe alguna diferencia
fundamental entre la mente y el cuerpo? ¿qué es la
conciencia? ¿es ella simplemente la suma de lo que sucede
en nuestros cerebros o es algo más, algo fundamentalmente
distinto de la materia y, por lo tanto, quizás capaz
de sobrevivir a la muerte del cuerpo físico?

La respuesta de la ciencia es que no existe ninguna distinci
ón última entre mente y cuerpo. Conciencia es sinónimo
de cerebro y aun cuando el cerebro muere, todas aquellas
cosas que asociamos a la conciencia (la percepción de nosotros
mismos y de otras cosas, los actos del entendimiento,
etc.) mueren con él. El punto de vista opuesto sostiene
que somos más que la suma de nuestras partes y que cuando
morimos algún aspecto de nuestra conciencia sobrevive.

Si aceptamos esta perspectiva, ahora la pregunta sería
la siguiente: ¿qué es ese "algo" que sobrevive?
Un gran pensador que articuló con inusitada claridad en qué
podría consistir ese "algo" fue el filósofo y matemático René
Descartes. Descartes describió la materia como "sustancia
extensa". Evidentemente por "sustancia extensa" Descartes
entendió la materia como algo que está hecho de distintas
formas y existe en el espacio. En contraste con esto, dijo
que la conciencia es "sustancia pensante" y al establecer
una distinción tan nítida entre ambas, consideró claramente
que las distintas formas que se presentan en el pensamiento
no tienen extensiones o separaciones en el espacio tal
como lo conocemos.

Bohm se muestra particularmente interesado en esa distinci
ón y señala que las diferencias que Descartes establece
entre conciencia y materia son precisamente las mismas
que él señala entre el orden implicado y el orden explicado;
sin embargo, Bohm observa: "Es difícil decir mucho
acerca de facultades tan sutiles como éstas" 5. No obstante,
Bhom cree que mediante las reflexiones y el examen cuidadoso
de lo que sucede en algunas experiencias es posible
obtener nuevas y valiosas claves acerca de la probable
conexión entre la conciencia y el orden implicado.
Bohm sugiere, por ejemplo, que consideremos el proceso
que se opera cuando se escucha una bella composición
musical. En algún momento dado, es posible que sea ejecutada
una sola nota, pero de alguna manera la mente
conecta cada nota en el seno de una sensación de totalidad.


Según Bohm, uno no experimenta la realidad de la
pieza entera aferrándose al pasado o comparando alguna
nota determinada con el propio recuerdo de las anteriores.

Más bien cada nota causa una "transformación activa"
de lo que hubo antes. Dice Bohm: "Uno puede así obtener
una sensación directa de la forma en que una secuencia
de notas se pliegan en muchos niveles de conciencia y
de cómo en cualquier momento dado las transformaciones
que fluyen de tantas notas plegadas se penetran y se
mezclan entre sí para dar origen a un sentimiento inmediato
y primario de movimiento" 6. Bohm sugiere además
que ésta es una manera en que cada uno de nosotros
adquiere experiencia de primera mano acerca de la naturaleza
holográfica e implicada de la conciencia. Esta no es
la única prueba disponible que sugiere la posibilidad de
que la conciencia sea holográfica.

Trabajando simultáneamente y sin tener contacto directo
con D. Bohm durante los años de 1970 a 1980, el neurofisi
ólogo Karl Pribram de la Universidad de Stanford propuso
también un modelo holográfico de conciencia. En apoyo a
sus conclusiones, Pribram menciona pruebas de que la
memoria no aparece localizada en ningún área particular o
célula individual del cerebro, sino que parece distribuirse
de tal manera que coincide con la totalidad del cerebro.

Uno de los avances fundamentales de la neurofisiología ha
consistido en el descubrimiento de relaciones directas entre
ciertas áreas cerebrales y funciones corporales específicas.
Se han descubierto así centros del habla, de la visión,
etc.; sin embargo, ya en la década de los años veinte, el
neurofisiólogo Karl Lashley había establecido que el daño
cerebral parcial no impedía a una persona ejecutar funciones
controladas por las partes faltantes. Cuando una de las
áreas localizadas era destruida, se alteraban las funciones
de los órganos sensoriales regulados por ella; sin embargo,
Lashley descubrió que el funcionamiento de nivel superior,
como en el caso del recuerdo de acontecimientos especí-
ficos, no era perturbado. Hoy neurofisiólogos como Pri-
bram interpretan ese fenómeno como prueba de que las
estructuras responsables de memorizar y recordar no están
localizadas en ninguna parte específica del cerebro, sino
que se distribuyen por cualquier zona del mismo en forma
muy parecida a como la imagen de un holograma está comprendida
en todas las partes de éste7.

Pribram se siente muy interesado por el hecho de que
Bohm, a partir de un punto de vista distinto, haya llegado
a conclusiones similares a las suyas. Al comentar la labor
de Bohm, Pribram formula la hipótesis de que tal vez la
cualidad borrosa que presenta la realidad en el plano subat
ómico no sea más caótica o aleatoria que el torbellino sin
sentido que se observa a simple vista en un holograma
antes de que se haga pasar por él un rayo láser. Pribram
avanza hasta postular que tal vez incluso en un nivel asequible
para nuestras percepciones la realidad objetiva sea
holográfica y pueda ser considerada nada más que como
un "dominio de la frecuencia". Esto significa que quizás ni
siquiera el mundo que conocemos está formado por objetos.
Nosotros podríamos consistir en mecanismos sensores
que se mueven a través de una vibrátil danza de
frecuencias. Pribram sugiere que la razón por la cual trasladamos
esa vibrátil danza de frecuencia a la solidez y objetividad
del universo tal como lo conocemos, reside en que
nuestros cerebros operan con arreglo a los mismos principios
holográficos que rigen la danza de frecuencias y es
capaz de convertirlas en una imagen, en forma muy similar
a como un receptor de TV convierte las frecuencias
que recibe en una imagen más coherente.

En apoyo a su hipótesis de que nuestros sistemas perceptuales
funcionan con arreglos a frecuencias, Pribram señala
que existen pruebas indiscutibles de que nuestros sistemas
visuales son también sensibles a las ondas sonoras. Sólo en
el reino holográfico de la conciencia, sugiere Pribram, esas
ondas son clasificadas y convertidas en percepciones convencionales.
Pribram subraya que, incluso en el nivel celular,
tanto los animales como los seres humanos son sensibles
a una amplia gama de frecuencias que no necesariamente
traducimos a percepciones. De ello concluye que
nosotros no creamos realidad ni nos limitamos meramente
a recibirla. Pribram escribe: "creo que el cerebro genera
sus propias construcciones e imágenes de la realidad física.
Pero al mismo tiempo las genera en tal forma que entran
en resonancia con lo que realmente existe allí "

Bohm considera que incluso la vida misma presenta aspectos
de un orden implicado inscritos en toda ella, por
ejemplo, de acuerdo con los acontecimientos biológicos
convencionales, una semilla contiene una cantidad muy
pequeña de la sustancia material real que estará contenida
finalmente en la planta que crecerá de ella9. La mayor
parte de sustancia de la planta viene del suelo, del agua,
del aire y de la luz solar. De acuerdo con las teorías modernas,
lo que la semilla realmente contiene es informaci
ón bajo la forma de ácido desoxirribonucleico (ADN) y
de alguna manera es esta información lo que dirige la acci
ón del ambiente para que forme la planta correspondiente.
Sin embargo, al ser la planta formada, mantenida y
disgregada por el intercambio de materia y energía con su
ambiente ¿en qué punto podemos decir que hay una distinci
ón tajante entre lo que está vivo y lo que no lo está?
Del mismo modo, cuando una molécula de dióxido de
carbono cruza de pronto el límite de una célula y entra en
una hoja, no empieza a vivir en forma súbita, ni tampoco
una molécula de oxígeno muere de golpe cuando la hoja
la expulsa a la atmósfera. Según lo entiende Bohm, esa
falta de límites entre lo que está vivo y lo que no lo está
subraya de nuevo la inoperancia de un enfoque estrictamente
mecanicista del universo. En vez de tratar de dividir
el universo en partes que están vivas y partes que no lo
están, es preferible el enfoque que ve al universo como
una totalidad continua, en la cual tanto las cosas vivientes
como las que no viven constantemente se pliegan y se
desenvuelven.


Podría decirse que en el suelo, en el aire y en el agua
existe un conjunto de átomos que finalmente se convertir
án en una planta. Según el punto de vista común, no puede
decirse con propiedad que estén vivos, pero a juicio de
Bohm es posible que el orden que identificamos como
viviente ya se encuentra implícito en aquellos átomos incorporados
al super-holograma de la realidad, tal como el
orden que reconocemos en la gota de tinta está ya plegado
a la glicerina.

¿Qué queda, desde esta perspectiva, del problema mentecuerpo?
Según lo ve Bohm, si el universo es no local en un
nivel subcuántico, esto significa que la realidad es, en última
instancia, un tejido sin costura y que sólo nuestros propios
modos de pensar nos llevan a dividirla en categorías
arbitrarias como "mente" y "cuerpo", lo cual nos conduce
también a estimar que la vida está fundamentalmente separada
de la no vida. Para Bohm no hay dualidad porque
ambas categorías son secundarias y derivadas, y están incluidas
en un fundamento común superior.

Esta ausencia de separación entre mente y cuerpo, afirma
Bohm, puede conducir a nuevas evaluaciones de nosotros
mismos y nuestro rol en el universo, por ejemplo, si el
universo es holográfico y cada cerebro humano "penetra"
en otro cerebro humano (y ciertamente en toda otra partí-
cula del universo), en algún nivel que está más allá de la
experiencia subjetiva común, la raza humana bien podría
consistir en un solo organismo. Pero respecto a la posibilidad
de que esta situación de interconexión pueda introducir
fenómenos similares a la percepción extrasensorial (PES),
Bohm se manifiesta muy cauteloso: "Personas distintas que
de algún modo están sintonizadas entre sí pueden desarrollar
nociones comunes a ambas al mismo tiempo. Esto casi
no podría diferenciarse de lo que entendemos por telepat
ía" 10. En rigor, Bohm cree que si lo paranormal existe,
"sólo es posible comprenderlo por referencia al orden implicado,
puesto que en ese orden todo está en contacto
con todo y, en consecuencia, no hay ninguna razón intrínseca
para que lo paranormal sea imposible" 11.

Así pues, Bohm cree que algún día podría ser factible para
la gente percibir el fundamento común, superior y multidimensional
en el que la conciencia y la materia ya no estén
separadas y, en esencia, sean una suerte de "mente del
cuerpo". Dónde o cómo puede ser percibido ese plano
superior, Bohm no lo sabe, sólo dice que "es una realidad
más profunda y más hacia dentro" que "no es mente ni
cuerpo, sino más bien una realidad dimensional aún más
alta" 12. Bohm no podría decir cuántas dimensiones tendría
esa realidad más alta; sin embargo, sugiere que en el nivel
super-holográfico el universo podría tener tantas dimensiones
como partículas subatómicas hay en nuestro mundo
tridimensional, es decir, una cantidad aproximada de 10 a
la 89. Incluso, afirma Bohm, ese nivel super-holográfico
podría no ser más que una "mera etapa" más allá de la cual
existe "una infinitud de nuevos avances" 13.

¿Qué otros rasgos podrían caracterizar semejante fundamento
común más alto y multidimensional? Bohm escribe que:
"Es vasto y rico, y está en permanente estado de plegarse y
desplegarse, dotado de leyes que en su mayoría sólo son
vagamente conocidas" 14. Pero debido a que la conciencia y
la materia, la vida y la no vida son una y la misma cosa, su
totalidad misma debe ser entendida como dotada de esas
cualidades. En otras palabras, la naturaleza misma debe ser
vista como un organismo viviente y dadas las diversidades y
la riqueza de formas que el super-holograma perpetuamente
derrama, es válido concluir que "tiene propósito" y posee
una "intencionalidad profunda". Toda la creatividad y la capacidad
de intuición profunda que nosotros mismos experimentamos
también deben ser vistas como una derivación
de ese fundamento común. En este sentido, podríamos decir
que la naturaleza nos ha hecho ir en busca de ella misma.
Tal vez por eso exista en todos nosotros un profundo impulso
hacia la comprensión del universo. Por lo tanto, ya no
sería correcto seguir hablando del nivel multidimensional de
la naturaleza como si se tratara de un plano material, más
bien, concluye Bohm, "se le podría llamar, con igual propiedad,
Idealismo, Espíritu, Conciencia. La separación de dos
elementos (la materia y el espíritu) es una abstracción. El
fundamento es siempre uno" 15.

La reacción ante los puntos de vista de Bohm es variada.
Algunos investigadores como el físico Terry Clark de la
Universidad de Sussex hablan acerca de Bohm en términos
muy respetuosos: "Para nosotros, los más jóvenes, Bohm
fue una inspiración al tratar de salir de esos cerrados puntos
de vista filosóficos que la escuela de Bohr fundó en las
décadas de 1920 y 1930, y las siguientes" 16.

Muchos científicos critican lo sostenido por Bohm. El físico
Abner Shimony de la Universidad de Boston dice: "Es necesario
tributarle un enorme respeto y abrirle amplio cré-
dito por sus importantes realizaciones en el campo de la
física; pero si uno se empeña a fondo en entender sus
ideas y aún así no lo consigue, uno no puede menos que
remitirse a su propio juicio" 17. Lo que Shimony le critica a
Bohm es que todavía no haya ofrecido la formulación
matemática clara de sus teorías. Otros argumentan que las
ideas de Bohm todavía no son suceptibles de ser sometidas
a demostración experimental, la cual constituye la prueba
de fuego de toda teoría científica.

De cualquier modo, Bohm conserva su optimismo. En toda
su obra pone en relieve que a su teoría le falta mucho para
estar completa y que la base matemática sólo es tentativa.
Señala que así como se idearon métodos que por fin permitieron
permitieron poner a prueba la conjetura de Einstein-Podolsky-
Rosen, también se han de elaborar técnicas que permitan
a los investigadores probar o refutar las especulaciones de
Bohm sobre la existencia de una realidad subcuántica. La
mayoría de los físicos, sin embargo, no presentan atención
a la obra de Bohm porque se basan en la convicción de
que más allá del "cuanto" no hay nada. Rechazan tajantemente
la posibilidad de lo contrario.

Debido a que la ciencia humana está capturada por el "Síndrome
del Límite" y a que aún no hemos encontrado una
comunicación instantánea entre objetos separados por el
espacio y el tiempo, los conocimientos actuales sostienen
que la comunicación instantánea nunca puede ocurrir. Esta
es, entonces, una de las lecciones más importantes que
pueden extraerse de la tarea de Bohm: al margen de los
detalles específicos de su teoría, está el hecho de que él es
una voz que disiente y uno de los pocos físicos de reconocido
nivel con valor para poner en juego su "prestigio" por
la convicción de que en el reino subatómico suceden más
cosas que las explicadas por la teoría actual.


Conclusión

El mensaje de la obra de Bohm está en su sugerencia de
que para comprender a fondo los fenómenos del mundo
subatómico debemos empezar por adoptar una concepci
ón totalmente nueva de lo que es el "orden". Esa comprensi
ón supone pasar de lo mecánico a lo holográfico, es
decir, al punto de vista de que un fenómeno puede ser
entendido no tanto si se examina por sus partes, sino cuando
se estudia desde su totalidad, que es más que la suma
de aquéllas. Según vemos, también en otras ramas de la
ciencia están apareciendo sugerencias acerca de esta nueva
forma de concebir el "orden"

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